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Lourdes

Tras los balcones, tejimos red.


De repente, cerramos las puertas… dentro, los que estamos. No hay salidas, no hay entradas. El cuerpo y su murmullo. Quietud.


Hacia adentro… Familia. Descubro que estoy con quien quiero estar. La mirada sostenida de mi pareja, el abrazo cálido de mis hijos. Haremos una fortaleza de flores de papel y rollos de cartón.


Hacia afuera… 3 ventanas por las que mirar.

A través de la primera, entró un aire limpio, fresco, hermoso… me erizó el vello, me encogió el cuerpo…. Lo llamé Solidaridad. La mirada puesta en los débiles. El cuidado hacia lo común.


Pasados unos días, cientos de mariposas entraron alocadas y revolotearon a nuestro alrededor por el cuarto de mis hijos. Vivarachas, delicadas, pizpiretas. Representaban la Creatividad. La mirada puesta en la infancia. Dieron alas a nuestros niñ@s, les hicieron más libres y pudimos volar juntos…


Poco después… un fuerte remolino de viento se coló en casa por mi balcón. Fuerte, poderoso, removió nuestros cabellos, puso del revés nuestros hogares y sacó fuera de los baúles la magia y el fervor del Agradecimiento.


Y entre tanto, quisimos dar abrigo y crear espacios cálidos para la vuelta. Y tejimos.

Tejimos día y noche, manos femeninas, con los hilos de nuestras madejas, entrelazados para cuidar a nuestros hij@s, a los vuestr@s. Para atendernos a nuestros docentes y cuidarlos. Para dar alas a la educación y contar cómo.


Aquí nuestro abrigo de lana, cálido y respetuoso para vosotros.









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