Para cruzar un torno de tres brazos, como los que hay a la salida del metro, hay que hacerlo a ser posible con lo puesto. Como mucho con una mochila, que con maleta ya resulta bastante complicado. Ni hablar de llevar carrito de bebé. El torno no está hecho para cruzarlo con carritos o con niños. Peligra uno de los dos miembros. Que lo cruzamos...? sí, es verdad, pero lo menos que puede pasar es que se le despeluque el flequillo al pequeño.
El torno en sí mismo, te deja claro que se cruza en soledad. Uno consigo mismo y con lo que le quepa en los bolsillos.
En mi familia usamos la metáfora del torno en modo divertido para referirnos a los asuntos extras de los que nos ocupamos, y con los que pretendemos caminar como salvadores de los demás, encontrando dificultades, obstáculos y enredándonos en lo que no toca.
Ya te has enganchado en el torno, nos decimos.
El origen de esta coletilla que usamos se remonta al verano del 2018, en el que fuimos a pasar un día a la piscina varios primos con nuestros respectivos hijos, todos muy pequeños. Llevábamos provisiones para disfrutar a todo confort. No faltaba de nada. Cada uno hizo acopio de lo mejor que encontró en su casa y lo cargamos en el carro del más pequeño. La nevera sobre el asiento, las bolsas de comida enganchadas a los laterales, juguetes en la cesta de abajo, la maxi-bolsas-madre de piscina al hombro, con todo lo importante para pasar un mes fuera de casa si procediera, y los pequeños de la mano.
Allí nos encontramos, en el parking, ilusionados, cada uno con la prisa del salir de casa rascando aún el estómago. Las palabras de última hora en el descansillo, haciendo eco.
Que no llegamos... madre mía, hemos quedado a las 11:00h... Dónde están mis chanclas? ... Has cogido el carro?
Pero después de aquel rutinario ritual, allí estábamos por fin, todos juntos, abrazándonos, contentos, como si nada.
Y tras un rato de espera, llegamos al torno, acalorados, con las entradas ya en la mano. Mi prima y yo sudando la gota gorda, cargadas hasta los dientes, con el carro, las bolsas, las bolsas de las bolsas, su niño, el mío y el del que venía detrás, allí plantadas, queriendo pasar. Subiendo los brazos, las bolsas, empujando el carro, agachando al niño... y nos miramos.
No podemos pasar. Tendrán que abrir otra puerta.
Por un momento hasta nos enojamos un poco. La idea de repartir las bolsas, cerrar el carro, dárselo a otro, soltar y caminar liberadas, sin tanta carga, no entraba en nuestra cabeza. Nosotras, teníamos la necesidad de pasar aquel torno sin pedir ayuda y sin que nadie se sobrecargara ni lo más mínimo. Llevando todo lo importante para pasar un gran día, cuidando que los nuestros fueran ligeros. Y allí estábamos, afanosas por encontrar la manera de cruzar aquello. O no...
Tras unos segundos volvimos a mirarnos ya con cara divertida. Es que nos conocemos bien. Esto no es nuevo. El torno sí, pero esto ya es conocido por nosotras, y empezamos a parodiar aquella situación.
Nos hemos quedado enganchadas en el torno...
Pasad vosotros, que aquí nos quedamos con las cosas. Lo que necesitéis si eso ya os lo hacemos llegar de alguna manera.
Reímos conscientes de lo que nos estaba ocurriendo. Dándonos cuenta, de que esta es una forma bastante común, de movernos por la vida. Coger lo ajeno, a ser posible en grandes dosis, tanto de lo del otro que no te quede espacio para tu cuidado personal, para resolver tus problemas, para contactar con lo que te ocupa, con lo que te preocupa. De esta manera, no prestamos atención a lo propio porque estamos ocupadas resolviendo lo de los demás.
Este torno físico y metafórico, es un límite claro para las personas a las que nos cuesta caminar libres de equipajes ajenos, con las manos en nuestros bolsillos y limpiar las pelusillas que se forman en los mismos. ¡Qué tarea tan humilde esta! Me recuerda a mi infancia. Por entonces, el torno lo pasaba por debajo, y como mucho me despelucaba el flequillo.
Preciosa reflexión.
Me encanta. Gracias por compartir y hacernos ver y reflexionar. A mi me recuerda a la película de DirtyDancing, en la escena que están relajados él enseñando un baile y le coge los brazos y le señala este es tu espacio y este es mi espacio, tú no te metes en mi espacio y yo no me meto en el tuyo... cada uno es responsable de su mochila y nos conviene quedarnos con ella y de vez en cuando, si pesa, vaciarla que nos apegamos mucho... cuidadin.. un placer 🤗