Infancia. Vida y muerte
- Lourdes
- 15 sept 2021
- 5 Min. de lectura
Actualizado: 9 nov 2021
La muerte forma parte de la vida y está presente desde que nacemos. Vida y muerte como dos partes de un continuo. Polaridades que se dan la mano, tarde o temprano.
El mundo infantil está abierto a la muerte, somos los adultos, los padres, los docentes, los que tenemos miedo a hablarles de la muerte, queriendo protegerles de un dolor y de un miedo que suele ser propio.
En edades tempranas aparecen las primeras preguntas sobre el origen de la vida y sobre la muerte. Es recomendable evitar respuestas confusas, teniendo en cuenta que “si el niño tiene capacidad para hacer la pregunta, también tiene capacidad para escuchar la respuesta”.
En la infancia la muerte está naturalizada y aceptada desde el momento en el que los niños descubren en el parque que los insectos mueren y juegan a aplastarlos y a comprobar por sí mismos sus efectos. Pero su mundo fantástico hace que nuestros pequeños tengan ideas fantasiosas sobre la muerte y su significado.
Son varios los matices que hacen posible que ellos integren evolutivamente el significado de la muerte.
Universalidad: A partir de sus juegos, de la convivencia con mascotas y de las despedidas de familiares y amigos del entorno cercano, llegan a comprender la universalidad de la muerte. Al escuchar relatos próximos empiezan a plantearse la muerte de los padres y de los abuelos. Dialogar relajadamente, sobre la vida y la muerte, sin gorzar, cuando surja en contextos naturales, como algo normal, que a todos nos llegará, les coloca en un punto de realidad que les ayuda a madurar y a entender el mapa de la vida.
Progresividad: Conversar y explicarles que hay diversas formas de morir, y que no siempre la enfermedad acaba en muerte, les puede tranquilizar. Es habitual que ellos relacionen ambas y teman que al enfermar un ser querido vaya, inevitablemente a morirse. Enseñarles cuáles son las etapas de la vida, hablar de nuestra historia familiar, de nuestros origenes, integrarlo en el ahora y naturalizar su existencia y su muerte.
Irreversibilidad: Explicarles el concepto de “no vuelta atrás”, es fundamental puesto que ellos en ocasiones, pueden pensar que el abuelo que ha fallecido, transcurrido un tiempo, ya tenga que volver a casa.
Para explicar esto es importante que asuman que el cuerpo deja de funcionar para siempre, no siente, no se mueve, sus funciones se apagan, se paran. No hay forma de recuperarlo, ni de recargarlo y añadir que la muerte es inevitable y que a todos nos llegará.
En función del nivel de desarrollo del niño, comprenderá en mayor o menor medida estos elementos.
Los niños hasta los 5 años, perciben la muerte desde la ausencia o separación del ser querido y la tristeza de los otros. Tienen conocimiento sobre la muerte y pasan de una emoción a otra con una naturalidad pasmosa.
Entre los 5 y los 8 años, su vocabulario es más amplio y pueden entender situaciones complejas. Es en este momento cuando se acercan a la comprensión de los elementos mencionados anteriormente (universalidad, irreversibilidad y progresividad), abandonan el pensamiento fantasioso y su miedo se coloca en la posibilidad de perder a sus seres queridos.
Y a partir de los 9 años, el niño tiene claro que la muerte es inevitable, a su alrededor se habla sobre ella, escucha multitud de noticias siniestras y empieza a pensar en la muerte como algo propio también.
Cuando se trata de comunicar a nuestros pequeños que alguien querido ha fallecido, sentimientos de duda e inseguridad nos invaden. ¿Será adecuado contárselo o espero a que todo haya pasado?¿Le doy detalles o paso por encima y le evito así el sufrimiento?¿Le llevo al tanatorio? ¿Será apropiado que venga al cementerio?
Tenemos tanto miedo a que nuestros hijos sufran que la mayoría de las veces nos creemos incapaces de hacerlo bien y de comunicarlo de forma adecuada, así que les dejamos fuera y les contamos poco de lo sucedido. Evitamos hablar de la muerte, como si así pudiéramos borrarla de sus vidas, como si les protegiéramos incluso de ella.
Los pilares de la comunicación con los niños sobre la muerte son los siguientes:
Contarle lo ocurrido con sinceridad y suavidad, dedicarle tiempo amable y cuidadoso a explicarle que a pesar de esta pérdida, no se va a quedar solo, siempre habrá alguien a su lado para cuidarle, quererle y protegerle. Ellos temen que detrás de una muerte puedan venir otras y quedarse solo.
Relatar lo sucedido como una historia, evitando los vacíos y los saltos. La historia será adaptada a su edad, lógicamente, pero en ella habrá un progreso. En caso de enfermedad, es importante hablar de los médicos, de la intención de curarle y de la progresión de la enfermedad hasta tal punto de gravedad que no fue posible vivir más tiempo. En caso de muertes repentinas resulta más difícil de explicar y más traumático por lo repentino e inesperado. Pero es esencial hacer partícipe de lo sucedido a nuestros pequeños y darles el apoyo que necesiten, buscando el nuestro propio para poder acompañarles. Podemos usar fábulas, cuentos, vivencias anteriores o dibujos para introducir lo sucedido. Recurrir a la naturaleza y el símil de una flor marchita o una mascota que falleció para poder ponerles en situación.
El duelo de un niño, depende del nuestro en gran medida, de cómo nosotros nos encontremos para hacer nuestro duelo y acompañarles en el suyo. La ayuda terapéutica en estas ocasiones es un bastón importante para seguir nuestro proceso vital.
Comunicar lo sucedido con prontitud. Ellos se dan cuenta de que algo ocurre, se preocupan, fantasean, incluso pueden sentirse culpables de lo ocurrido si no se les explica a qué se debió su muerte. Hablar de los sentimientos que nos invaden tras lo sucedido y que nos vean llorar es natural. Explicarles que poco a poco nos iremos sintiendo mejor y mientras tanto, necesitamos mucho cariño y apoyo unos de otros.
Acompañar, sostener y cuidar al niño. Cada familia tiene unas creencias. Al niño le interesa ser atendido e incluido. Según la fe o las creencias de cada uno, podremos contarles más allá, o dejarles que exploren por sí mismos. Explicarles que hay gente religiosa que cree en Dios y otras personas que piensan diferente, de manera que él pueda situarse en la posición que más cómoda le resulte.
Respetar sus emociones. Estas pueden ser intensas o casi pasar desapercibidas. Dejarle llorar, sin querer que pare rápidamente, abrazarle, que suelte su rabia, que muestre su desconsuelo es acompañarle respetuosamente. Canalizar el sufrimiento es esencial, no bloquearlo, ni taparlo. Así mismo, aceptar que permanezca frío, aparentemente ante lo sucedido, también es parte de nuestro trabajo de acompañamiento. Ellos se enfrentarán a la pérdida según su madurez y nivel de desarrollo.
Rituales, visitas al cementerio o lugar donde se lanzaron las cenizas, ejercicios para rememorar a través de álbumes, cajas de recuerdos, cuentos, cartas en las que despedirse, altar para recordarle... sirven para construir algo bello a través de una experiencia creativa, ante la vivencia tan dura que están teniendo.
Las despedidas de nuestros seres queridos en la infancia, como vengo contando en el cuento "Caramelos masticables", que ya conoceréis, son una forma muy valiosa de ayudarles a transitar y a despedirse. Darles la oportunidad de formar parte de la vida y de la muerte del ser amado.

Muchas gracias amiga.Es importante aprender a enfrentarse a las perdidas de los seres queridos.
Estupendo relato. Una guía estupenda. Lo que me llega es que probablemente siguiendo estos consejos, que en origen son orientados a los niños, sirvan de mucho para los propios adultos.
Que bien lo explicas amiga..... con palabras bonitas, sencillas y muy acertadas. Cuanta sabiduria hay en ellas!!!!!
Muchísimas gracias.
Muchas gracias por tu aportación y ayuda a las familias en la importantisima función de educar en valores.